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Peligrosos monstruos enajenados


La guerra entre traficantes de drogas, de armas y de seres humanos que se ha desatado en Méjico, además de los miles de muertos que deja a su paso y el terror que ha sembrado entre la población promete destruir los cimientos fundamentales de la sociedad. Los límites mínimos imaginables para la convivencia humana se van desmoronando en beneficio de grupos mafiosos que se enfrentan por el control del mercado creciente del consumo de drogas, de la prostitución y la pornografía infantil.

Para desgracia de la humanidad Méjico no es el único país que vive la tragedia de alojar en su suelo a la peor escoria que la naturaleza pudo haber creado, su nefasta influencia se extiende entre sus vecinos y otros confines del planeta. Informes últimos señalan con insistencia que también en Bolivia van organizando sus nefastas redes sobre la base de miles de personas que desde hace décadas se dedican a la producción de la materia prima para la producción de la cocaína.

Lo preocupante y que llena de espanto son los datos que se tienen sobre el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes cuyas edades fluctúan entre los 10 y 16 años a los que se los utiliza para transportar droga de un lugar a otro y realizar ventas al menudeo porque no despiertan fácilmente sospechas, por su corta edad cualquier suma de dinero les resulta tentadora, en caso de ser detenidos no pueden ser procesados penalmente y por las amenazas previamente recibidas, no delatan a los verdaderos dueños de la mercancía. Pero, como si toda esa aberración fuera insuficiente, en Méjico y Guatemala las bandas criminales han optado por asesinar niños y niñas como mensaje para los que consideran sus enemigos, actitud con la que demuestran que ya no queda absolutamente nada de humanidad en ellos.

Ante esa situación, la sociedad tiene que ser más contundente en su rechazo a todo lo relacionado con el narcotráfico, la explotación de la prostitución, de la pornografía infantil y el tráfico de armas; no importa si sólo son proveedores de materia prima, de precursores, de influencias políticas o lo que sea; es necesario que dejemos de mirar a otro lado cuando se está frente personas con fortunas de dudosa procedencia; dejemos de nombrarles padrinos, compadres, prestes o autoridades. En Bolivia estamos a tiempo para frenar el avance del crimen organizado, debemos fortalecer nuestras instituciones y tomar conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanas y ciudadanos.

Nos encontramos ante el peligro de la presencia de monstruos enajenados cuya razón de vida es el poder y el desprecio por la vida y la dignidad humana.

 

Julieta Montaño


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