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Treinta años de camino


Han transcurrido 30 años desde que el 8 de marzo de 1984 un grupo de mujeres militantes activistas de los derechos humanos durante las dictaduras militares decidieran fundar la Oficina Jurídica para la Mujer (OJM), un espacio para defender a mujeres que en una sociedad autoritaria y patriarcal como la boliviana son objeto de discriminación y violencia por el sólo hecho de ser mujeres.

El arduo trabajo para que la sociedad deje de ver a las mujeres como ciudadanas de segunda y a la violencia como una expresión natural en las relaciones entre hombres y mujeres, así como para despertar la rebeldía en el alma de las mujeres y digan ¡basta! a prácticas discriminatorias, se empoderen y se constituyan en actoras de la transformación de la sociedad, ha dado algunos frutos.

La denuncia sistemática de cuanto hecho de violencia llegó al conocimiento de la institución logró llamar la atención de la sociedad sobre lo extendidas que se encuentran esas prácticas y motivó a que, por lo menos en algunos círculos, se cuestionen los valores, mitos y prejuicios que desvalorizan a las mujeres. Muertes como las de la niña Evelin o la joven madre Begonia fueron los detonantes que movilizaron a la población cochabambina en demanda de justicia; movilización que sirvió de ejemplo para que otros departamentos la población expresen su repudio a la violencia sexual, el asesinato de mujeres y toda forma de violencia.

La fuerza que fue acumulando el movimiento de mujeres en el país y a nivel internacional hizo que se reconozcan los derechos de las mujeres como parte de los derechos humanos, particularmente en lo que a los derechos sexuales y los derechos reproductivos y el derecho a una vida libre de violencia se refiere.

Tempranamente tuvimos la osadía de plantear reformas a los códigos y leyes vigentes cargados de sesgos machistas, propuestas que provocaron alarma en los sectores más conservadores de la sociedad en los que la subordinación de las mujeres es parte de la naturaleza y preocupación en la población masculina porque consideraban una amenaza a sus privilegios las demandas de igualdad y equidad en las relaciones personales, familiares, sociales y políticas.

Hicimos todos los esfuerzos para contribuir a que las mujeres sean actoras de la transformación de las relaciones de poder existentes en la sociedad capacitándoles en el conocimiento de sus derechos y la manera de cómo defenderlos.

Cual incansables predicadores religiosos ingresamos en cuanto espacio nos fue permitido para reclamar igualdad de derechos entre hombres y mujeres y demostrar que la violencia y la discriminación de género son contrarias a los principios democráticos y lo derechos humanos, pero, que sobre todo son un obstáculo para el desarrollo. Ingresamos a instituciones militares, a la Policía Boliviana, al Órgano Judicial, el Ministerio Público y otras con el fin de sensibilizar a funcionarias/os.

Convencidas de que la violencia y la discriminación tienen orígenes y causas múltiples, entre otras, las culturales, empezamos el trabajo en el sistema educativo donde fuimos muy bien acogidas porque encontramos gente predispuesta a avanzar en una verdadera transformación de la sociedad.

En el área rural, además de formar a mujeres líderes, trabajamos con autoridades indígenas desde la óptica del diálogo intercultural, recuperando buenas prácticas para el respeto de los derechos de las mujeres e introduciendo los principios y valores de derechos humanos en sus prácticas.

Asumimos el reto de hablar sin tapujos de los derechos sexuales y los derechos reproductivos los más humanos de los derechos, elaboramos una propuesta que el Poder Legislativo aprobó por unanimidad de sus miembros: la Ley Marco sobre Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos, pero pudieron más las presiones de grupos enemigos de los derechos de las mujeres para que el gobierno de Carlos Mesa se niegue a promulgarla.

La recurrente violación de los derechos humanos de más mujeres víctimas de violencia sexual determinó que presentemos una demanda contra el Estado Boliviano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) cuyo resultado final fue un Acuerdo de Solución Amistosa que se encuentra en pleno proceso de cumplimiento.

¿Qué hemos logrado en estos 30 años?

Junto al movimiento de mujeres del país visibilizamos la violencia contra las mujeres, denunciamos su naturalización y la permisividad social y legal.

Se han aprobado leyes, diseñando políticas, se han creado instituciones para la defensa y atención a mujeres en situación de violencia y/o discriminación, el país ha ratificado cuanto convenio, tratado o declaración de reconocimiento de derechos ha sido posible, y podemos afirmar que Bolivia tiene una estructura normativa más que suficiente para que las mujeres se consideren protegidas contra la violencia y la discriminación sexista.

Pero, como entre la teoría y la realidad media una distancia muy larga, una mirada más allá de lo aparente nos muestra que queda mucho camino por andar, las políticas públicas no se las pone en acción, las instituciones creadas para la defensa y atención de mujeres carecen de espacios dignos donde desarrollar sus actividades, no cuentan con recursos humanos ni presupuestos suficientes, las leyes son burladas en su aplicación porque muchos/as operadores/as de justicia las interpretan de acuerdo a sus prejuicios y valores estereotipados dejando en el desamparo y re victimiza quienes son violada en sus derechos. Las políticas de prevención de la violencia machista no son parte de la agenda de los gobiernos de turno y las expresiones patriarcales en todas sus formas de expresión enraizadas en la cultura persisten, tanto que en los últimos años la violencia machista va tornándose más cruel y perversa, el desprecio por la vida y la dignidad de mujeres, sean niñas, jóvenes o ancianas va incrementándose.

Es este el escenario en el que instituciones como la OJM tienen que continuar machaconamente gritando a los cuatro vientos que una vida con justicia, igualdad y equidad es un imperativo humano de justicia posible de alcanzar, que las diferencias no tienen por qué suponer desigualdad, que hombres y mujeres independientemente de sus creencias religiosas, preferencias políticas, orígenes étnicos u orientaciones sexuales deben ser reconocidas/os en su dignidad humana.

Para el movimiento de mujeres del cual es parte la OJM tiene aún mucho camino por transitar tanto para evitar que lo poco que se ha ganado se lo pierda como para avanzar en la conquista de más derechos.

Treinta años son sólo tres décadas para desmontar un sistema patriarcal milenario, pero con entrega, amor, compromiso y unión como propugna la OJM es posible alcanzar.

Lo logrado hasta ahora sólo fue posible por la acción coordinada de las organizaciones de mujeres de todo el país y las alianzas construidas con hombres que se encuentran en una etapa superior de su desarrollo al superar el machismo.

Nuestra infinita y sincera gratitud a las agencias de cooperación internacional que a lo largo de los 30 años de existencia y a su turno confiaron en la transparente administración de los fondos asignados, a aquellas autoridades políticas, administrativas, judiciales y del Ministerio Público que mostraron su predisposición a abrir sus mentes para comprender la justeza de la demanda de las mujeres. A las organizaciones de mujeres, a ONGs amigas con las que hicimos fuerza para denunciar y arrancar al poder los derechos que hoy tenemos reconocidos. A los medios de comunicación que estuvieron siempre receptivos a nuestros planteamientos e hicieron posible la ampliación de los debates puestos sobre la mesa.

Especial reconocimiento a todas las mujeres y hombres, nacionales y extranjeros, que trabajaron y trabajan aún en la OJM como funcionarias/os o como voluntarias/os porque sin la entrega y el compromiso de todas estas personas sería imposible lograr lo que se tiene. Me siento orgullosa de haber tenido como colegas de trabajo a las personas que ya no están porque dieron lo mejor de sí y en los nuevos destinos en los que se encuentran continúan aplicando los valores y la mística adquiridos en la OJM.

Agradecimientos a las personas que desde la fundación de la OJM fueron pasando como parte del directorio de la institución aportándonos con sus experticias y conocimientos.

Muchas gracias a las familias de las personas que formaron y forman el equipo de la OJM a quienes les privamos de preciosas horas de atención para dedicarnos a la defensa de los derechos de las mujeres sin escatimar horarios.

Y para finalizar, nuestro homenaje póstumo a dos queridas y siempre recordadas compañeras Willma Osuna y Lilian Ayala que en paz descansen.

Gracias.


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Dirección: Costanera esquina La Paz y Hamiraya, Cochabamba-Bolivia
Telf. (591 - 4) 4228928
Fax (591-4) 4251551
Email: ojmujer@entelnet.bo

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